Julio Verne ha sido y es el autor que más admiración he tenido, por lo que he decidido que sea el primero.
Con su gran imaginación, se puede decir que fue el precursor de la ciencia ficción y supo predecir muchos de los adelantos tecnológicos y científicos que hoy en día disfrutamos como el helicóptero, el televisor, el submarino o las naves espaciales.
Es el segundo de los autores más traducido a diferentes idiomas después de Agatha Crhistie
Julio Verne nació en Francia,
en una isla ubicada frente a la desembocadura del Loira, cerca de Nantes, el
8 de febrero de 1828. Su padre era un abogado famoso, y para que su hijo
siguiera sus pasos lo envió a París a estudiar Derecho. Todo encaminaba
a Verne hacia la vida confortable de las profesiones liberales en provincias.
Pero el contacto con la capital surtió los efectos que cabía esperar y al joven
Julio le nació una vocación literaria.
Una de las maneras más
rápidas de llegar a la fama y de hacer fortuna en poco tiempo, dentro del campo
de la literatura, era entonces el teatro. Todos los autores de aquella época
-unos con éxito como Dumas, otro sin él, como Balzac- probaban suerte en el
escenario. Así empezó Julio Verne: en 1848 escribió dos operetas en
colaboración con Michel Carré y pocos años después, en 1850, el teatro
del Gimnase estrenó dos comedias suyas, Las pajas rotas y Once
días de sitio. Ambas pasaron sin pena ni gloria, probablemente
porque los ánimos no estaban para estrenos.
Es más que probable que
los ánimos literarios de Verne hubiesen concluido aquí de no haber tenido la
gran suerte de tropezar con el editor P. J. Hetzel. Este había comenzado
su carrera comercializando libros piadosos, aunque no despreciaba la literatura
y la historia. Apasionado por su época, estaba siempre al corriente de la
nuevas ideas y acechaba los nuevos talentos. Poco a poco la casa Hetzel fue
fichando la flor de la literatura del siglo XIX; hacia los años 1850 era el
editor clave del siglo, porque publicaba las obras de Hugo y Michelet, entre
otros. Hombre emprendedor y escritor discreto, pensó en una revista de calidad,
de espíritu instructivo y recreativo a la vez, ilustrada, apta para todas las
edades y que completase la colección para la juventud que había lanzado poco
antes. Jean Macé se encargaría de la parte educativa, Stahl de la parte
literaria. Faltaba un colaborador para la parte científica; éste iba a ser
el joven que Hetzel acababa de contratar, Julio Verne.
Verne acababa de
casarse y se aburría manejando acciones y obligaciones. Su pasión era la
geografía, el mundo de la ciencia, el mar, las expediciones a países lejanos y
desconocidos. Un día en 1862 enseñó a Hetzel el manuscrito de una novela
inspirada en las experiencias de Madar que se proponía a lanzar el globo, El
Gigante, convencido de que el aeróstato iba a revolucionar los viajes. En
la novela el globo se llamaba Victoria y sobrevolaba gran parte de
Africa, Hetzel encontró la novela interesante pero mal construida y de pésimo
estilo. Señaló al joven autor los arreglos necesarios para que el manuscrito
fuese publicable. Verne volvió a escribir su novela y el 24 de diciembre de
1862 salía Cinco semanas en un globo,
el primero de los cuarenta y seis relatos de viajes extraordinarios que
Julio Verne iba a escribir en el espacio de cuarenta y cinco años. El
éxito fue tal que Hetzel ofreció inmediatamente un contrato al autor. No cabe
duda que el libro respondía a una necesidad; estaba naciendo la literatura
para la juventud.
La sed de aventura de
los intrépidos personajes de Cinco
semanas en un globo no desembocaba en un conocimiento de la Tierra sino, en realidad,
en una liberación del hombre con relación a uno de los elementos naturales.
El libro siguiente, Viaje al centro de la Tierra,
fue publicado en 1864. No cabe duda que la imaginación del autor había
sabido conjugar hábilmente los elementos fantásticos con los datos científicos,
de tal manera que realidad y ficción dejaban de ser perceptibles como tales al
participar indistintamente de la serie de acontecimientos que integraba la
novela. Se recordará que el propósito de los personajes de llegar al centro de la Tierra fracasa; conforme
van progresando, las fuerzas naturales se desencadenan y acaban por escupir a
los exploradores por la boca del volcán Strómboli. Si el hombre no sufre ningún
daño, la tierra no se deja conocer por las buenas y guarda siempre el último de
sus secretos. Se volverá a encontrar este tema en De la Tierra
a la Luna y
Alrededor de la Luna (1865),
novelas en la que los vanidosos proyectos de lo americanos del Gun-Club no son
coronados por el éxito, ya que el obús en que viajaban ve su rumbo modificado,
con lo cual, en vez de llegar a la
Luna, sólo pueden dar vueltas a su alrededor.
En 1867 se inicia la
trilogía famosa que comprende Los
hijos del capitán Grant (1867-1868), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870)
y La isla misteriosa (1874).
Hacia 1870 Verne
realizó un largo viaje por Francia, con la intención de reunir una
documentación actualizada para llevar a cabo su Geografía de Francia. Durante
este viaje, su actitud traduce la pasión de conocer el mundo en el que vive y
de clasificar sus partes.
La astucia, el saber
aprovechar las posibilidades del momento (entre las cuales desempeñan un papel
nada despreciable los conocimientos científicos) son las claves del triunfo
humano y encuentran su mejor exponente en los personajes de los niños y
adolescentes, exentos todos de preocupaciones existenciales, cuyo único
problema consiste siempre en sobrevivir, superando las pruebas a que el destino
les somete. La novela más reveladora de esta faceta del pensamiento de Julio
Verne es Dos años de vacaciones,
publicada en 1888. Otra novela que hace hincapié en el personaje del
joven audaz es Un capitán de quince
años (1878).
Verne debía ser
especialmente sensible a las ilusiones de los muchachos para quienes escribía
sus obras, si juzgamos por el éxito sin precedentes que tuvieron, incluso mucho
después de la muerte del autor. Sin embargo no se puede silenciar la extraordinaria
campaña denigratoria a que fue sometido -y Hetzel con él- a raíz de la
publicación de sus libros. Los literatos decían que estos libros estaban
pésimamente escritos y que los jóvenes necesitaban modelos más clásicos
para la formación del gusto. Los científicos añadían que las historias de
Julio Verne estaban plagadas de errores, con lo cual en vez de formar se
deformaba el sano criterio de la juventud. Este argumento, visto a la luz
del tiempo transcurrido, adquiere más fuerza, primero porque sabemos hoy que
muchos de los fenómenos descritos por Verne procedían de su exhaustiva
documentación personal, y, en segundo lugar, porque lo que entonces imaginó
se ha visto realizado en gran parte durante nuestro siglo. La Tierra es hoy perfectamente
conocida -o casi-, el hombre domina el aire, el mar, ha llegado a la Luna, etc...
Casi al final de su
existencia, Verne fue explotando los temas que, desde el principio, se
manifiestan en su obra. Pertenecen a la novela de aventuras y exploraciones. Descubrimiento de la Tierra (1870),
Los ingleses en el Polo Norte (1870),
Los náufragos del aire
(1870), El país de las pieles
(1873), Un invierno en la banquisa
(1876), El soberbio Orinoco
(1898) y La esfinge de los hielos
(1897). Dominan los temas polares, probablemente porque las regiones árticas y
antárticas eran todavía las más desconocidas del globo. Pero si exceptuamos El soberbio Orinoco, las regiones
polares son también zonas inhabitadas en las que el hombre se encuentra solo
frente a sí mismo, y podemos suponer que Verne estaba especialmente atraído
por este tema porque precisamente le facilitaba la tarea de recalcar la
actitud heroica del personaje solitario, cuyo prototipo es,
evidentemente, Nemo. Pero Nemo tiene un antídoto, simpático, aunque
raro. Es el personaje del excéntrico (casi siempre inglés) cuyo mejor representante
es el Phileas Fogg de la Vuelta
al mundo en ochenta días. Sin llegar a afirmar que Fogg es Julio
Verne, no cuesta demasiado imaginar que la aventura vivida por el rico inglés
la pudo haber soñado el propio autor.
Los libros que
pertenecen más claramente a la aventura pura, es decir en los que el hombre se
ve enfrentado a la naturaleza y más aún a sus semejantes, además de los ya
citados, se pueden apuntar: Aventuras
de tres rusos y tres ingleses (1874), El doctor Ox (1874), Maese Zacario (1874), El Chancellor (1875), Hector Servadac (1877), etc.
Otro grupo lo integran las
novelas basadas en una intriga casi policíaca, algún misterio que los
protagonistas deben dilucidar. Pero las novelas más famosas de Verne son las
que giran alrededor de algún invento en el campo de la ciencia, entonces
ficción y hoy, en la mayoría de los casos, realidad: el
submarino, el helicóptero de Robur el conquistador, Una ciudad flotante, La
isla de hélice, etc. Los mejores logros son los que integran elementos
pertenecientes a cada uno de estos grupos: trucos científicos, argumento basado
en un viaje difícil o heroico (Miguel
Strogoff), desenlace que llega después de una tensión fuerte,
oposiciones entre personajes, etc.
Después de la muerte de
Verne, acaecida en Amiens en 1908, un grupo de colegiales daneses
volvieron a dar la vuelta al mundo; sólo tardaron 43 días, en 1928,
para repetir la hazaña de Fogg y Picaporte. La obra de Verne representó algo
más que un mero entretenimiento para la juventud. Leída y traducida en el mundo
entero, aportó en el umbral de nuestro siglo un mensaje necesitado por la
sociedad: LA ESPERANZA.
Los libros de este autor que tengo en mi biblioteca son:
A propósito del
gigante
|
Algunos detalles
sobre navegación aérea
|
Alrededor de la
Luna
|
Ante la bandera
|
Aventuras de tres
rusos y tres ingleses en el África Austral
|
Aventuras de un
niño irlandés
|
Bolsas de
viaje/Los piratas del Halifax
|
César Cascabel
|
Cinco semanas en
globo
|
Claudio Bombarnac
|
Clovis Dardentor
|
De la Tierra a la Luna
|
Diez horas de caza
|
Dos años de
vacaciones
|
Edgar Poe y sus
obras
|
El archipiélago en
llamas
|
El camino de
Francia
|
El castillo de los
Cárpatos
|
El Chancellor
|
El conde de
Chaneleine
|
El destino de Juan
Moreras
|
El dueño del mundo
|
El eterno Adán
|
El faro del fin
del mundo
|
El Humbug
|
El matrimonio del
Sr. Anselmo de los Tilos
|
El náufrago del
«Cynthia»
|
El país de las
pieles
|
El pueblo aéreo
|
El rayo verde
|
El secreto de
Maston
|
El secreto de
Wilhelm Storitz
|
El soberbio
Orinoco
|
El Sr.
Re-sostenido y la señorita Mi-bemol
|
El testamento de
un excéntrico
|
El volcán de oro
|
Emocionantes
aventuras de la misión Barsac
|
En el siglo XXIX,
un día de un periodista en 2889
|
Ensayos,
discursos, poemas y cartas
|
Escuela de
Robinsones
|
Familia sin nombre
|
Frritt-Flacc
|
Gil Braltar
|
Héctor Servadac
|
Historia de los
grandes viajes y grandes viajeros
|
La agencia
Thompson y Cía
|
La casa de vapor
|
La caza del
meteoro
|
La esfinge de los
hielos
|
La estrella del
Sur
|
La familia ratón
|
La isla del tío
Robinson
|
La isla misteriosa
|
La Jangada
|
La vuelta al mundo
en ochenta días
|
Lamentaciones de
un pelo de culo de mujer
|
Las aventuras del
capitán Hatteras
|
Las historias de
Juan María Cabidoulin
|
Las Indias negras
|
Las tribulaciones
de un chino en China
|
Los amotinados de
la Bounty
|
Los forzadores del
bloqueo (de Glasgow a Charleston)
|
Los hijos del capitán
Grant
|
Los meridianos y
el calendario
|
Los náufragos del
Jonathan
|
Los quinientos
millones de la princesa india (begun)
|
Los viajes de
Clovis Dardentor
|
Maese Zacarías
|
Martín Paz
|
Miguel Strogoff
|
Miserias felices
de tres viajeros en Escandinavia
|
París en el siglo
XX
|
Pierre Jean
|
Por un billete de
lotería
|
Recuerdos de
infancia y juventud
|
Robur el
conquistador
|
San Carlos y otros
relatos
|
Un capitán de
quince años
|
Un descubrimiento
prodigioso
|
Un drama en
Livonia
|
Un drama en los
aires
|
Un drama en México
|
Un experimento del
Doctor Ox
|
Un expreso del
futuro
|
Un hijo adoptivo
|
Una ciudad
flotante
|
Una ciudad ideal
|
Una invernada
entre los hielos
|
Veinte mil leguas
de viaje submarino
|
Veinticuatro
minutos en globo
|
Viaje al centro de
la Tierra
|
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